sábado, 15 de mayo de 2010

Vestimenta



Dijo mi amigo M.M hace casi 3 años: “Vos no te tomaste un año sabático, te tomaste un trabajo sabático”. En el momento no supe cuánta razón tenía.

Supongo que en cada etapa uno necesita distintas cosas. Cuando llegué acá necesitaba un horario más corto, algo de paz, trabajar abrigada y estar en un lugar que no fuera un nido de víboras. Empezar de cero, no conocer a nadie. Tuve todo eso y algunos privilegios más.

Dicen que uno debe vestirse para el trabajo que quiere, no para el que tiene.

Por mi parte empecé por vestir mi cerebro para el trabajo que quiero, ya que el que tengo me ofreció varias cosas pero no crecimiento, desafío y desarrollo personal.

Estoy en el momento de prepararme a dar el salto. El salto sobre mí misma, sobre lo que puedo. Empezar un camino de aprender, demostrar y avanzar.

Cuando se dan estos pasos no se vuelve atrás. No hay posibilidad. Así que intento capacitarme lo mejor posible para que al caer sea en el lugar adecuado. No quiero caer en un pozo ni en suelo duro. Quiero caer en un trampolín.

Me doy cuenta de que está bueno el salir temprano, el no tener un montón de exigencias... pero sé que ya está de eso para mí. Si salgo temprano pero frustrada, aplastada, agobiada por la sensación de inutilidad y la imposibilidad de avanzar ¿de qué me sirve?.

El no tener exigencias también hace que no tenga ciertas contenciones, que no pueda aferrarme a algunos parámetros, que no tenga límite lo que me piden.

Es cierto, me gustan las cosas claras y más en lo laboral. Me gustan las reglas y los límites bien definidos cuando se trata de mi trabajo. Porque entonces puedo responder a eso y no estar adivinando qué es lo que tengo que hacer cada vez, qué tengo que contestar según quién me pregunta.

Estaba dudando y preguntándome sobre tomar otro rumbo. No lo tenía muy claro hasta que alguien abrió una ventanita. Ahí lo supe.

Creo que este es el momento de hacer el cambio. Mi edad y situación lo permiten. Mi cerebro lo pide. Mis energías lo habilitan.

Allá iré, entonces, rumbo a mis nuevos vestidos de vida.