Ayer no escribí porque Internet estaba intermitente de nuevo. Era casi imposible estar conectada 10 minutos seguidos. Hoy igual.
Tuve un gran fin de semana e hice todo muy bien, mi único desliz fue un centímetro cúbico de tortilla de papas. Les juro que esa tortilla que hace mi cuñado la tuve que probar. Apenitas.
Me resistí a las achuras del asado, al fiambre (¡cómo me costó dejar pasar el jamón!), al pan, a todo lo que vi pasar. Una reina comiendo una pila de ensalada con un pedacito chiquito de carne y viendo pasar riñoncitos, chinchulines, chorizos y etc. Pero esa tortilla amigos…
Y además que vengo perfecta con el alcohol Cero. Hay que resistirse a un Saint Felicien Malbec… y también al champagne de la misma bodega… pero pude.
Y además gracias a mi prima salí a caminar sábado y domingo.
Hoy es un día importante porque voy al control con la nutricionista. Yo me siento mejor y más liviana. Veremos cómo se traduce eso en números, en gramos, quién sabe hasta en algún kilo.
Está bueno esto del control cada 2 semanas porque me impone un objetivo y también me acorta los tiempos. No es algo infinito. Es algo que renuevo cada 15 días. Créanme que con la magnitud de lo que tengo que hacer, ayuda muchísimo pensar en algo más corto. Si lo considero como algo a largo plazo estoy frita. Me desanimaría mucho y sería bien difícil mantener el esfuerzo.
Creo que mi cuerpo está sacándose de encima todo lo que no le sirve. Me salen granos como nunca. “Mejor afuera que adentro” dicen los gallegos. Y yo estoy de acuerdo, salvo por el hecho de que tengo la cara horrible, pero lo tomo como pasos de la metamorfosis.
Así que así voy, transformándome de a poco de nuevo en mí
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